Hace unos meses que hay una parada obligatoria en la calle Uria, y no, no hablo del semáforo. Me refiero al escaparate de la boutique de Suárez en el Corte Ingles.
La semana pasada asistí a la inauguración; un desayuno para la prensa con diamantes y muy buena compañía, todo sea dicho. Allí tuve la oportunidad de conocer de primera mano sus joyas y la suerte de probármelas.
Una de las cosas que más llamaron mi atención, imagino que por defecto profesional, fueron los anillos de pedida y compromiso. Al verlos entran ganas de casarse y si ya está una casada, de volver a pasar por el altar (esperemos que con el mismo).
Algo que es para siempre merece celebrarse como nunca, y un diamante es una buena forma de empezar. No solo por su deslumbrante belleza, también por lo que simboliza. Y eso se nota en la mirada y en las manos de las novias que llegan hasta nuestro atelier en busca del vestido.
Si la mañana empezó bien, la noche no pudo acabar mejor. Un cockatil en Rua Quince, un palacete en el corazón de Oviedo donde latieron las colecciones más emblemáticas de la firma junto con el saber hacer gastronómico de Deloya que siempre es un acierto. Allí me encontré con mucha gente conocida que aprovecharon la ocasión para lucir perlas y demás joyas de la casa.
Para mí la historia de amor del día no la protagonizan unos novios que se prometen sino las personas que con su pasión y esfuerzo logran que puedan hacerlo con esas joyas. Me refiero a la familia Suarez que ha vivido, vive y vivirá un idilio que es digno de ponerle letra.
Aquella noche no me hizo falta dormir para soñar ni a mi pluma tampoco:
Donde sea,
cuando sea,
y como sea.
Pero que de ser, sea contigo.
Emma Baizán