Cuando éramos pequeños nos parecía inalcanzable aquella caja de latón colocada estratégicamente en la estantería más alta de la cocina . Nos poníamos de puntillas y estirábamos la mano para ver si lográbamos llegar a ella. Era imposible pero aun no habíamos aprendido a rendirnos; así que subíamos a una silla, de ahí pasábamos a la encimera y entonces siempre aparecía Mama y nos devolvía al suelo mientras nos advertía de no volverlo a hacer.
El tiempo ha pasado; hemos crecido y la caja de galletas esta ahora al alcance de nuestras manos.
Lo mismo pasa con las metas, al empezar se ven lejísimos pero tras caminar hacia ellas, superar baches y levantarnos de las caídas, se van acercando. Lo que parecía un mundo llega a estar a nuestros pies.
La meta no se movió, fuimos nosotros. La estantería no menguo, crecimos nosotros.
Lo que no consigas hoy, inténtalo mañana.