El domingo pasado estuvimos en el II ENCUENTRO DE TELVA NOVIAS fue en la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid, igual que el año pasado.
El sábado salimos desde Asturias con vestidos y cajas de flores que El Invernadero nos había preparado. Siempre es una suerte contar con personas que se prestan a nuestras locuras y forman parte de ellas.
A la mañana siguiente, después de sortear varias calles cortadas por evento deportivo en el que no participe pero que logro que acabara corriendo, llegue a la calle Serrano.
Y me puse en las manos del equipo Cheska, no hay nada mejor para aplacar los nervios que dejar que te peinen y maquillen. Allí estaba yo, rodeada de gente que iba de un lado para otro, traía cajas, las llevaba, entraba, salía… y yo tan relajada (ese rato, al menos).
Después nos pusimos a montar nuestro stand, a simple vista trajimos unos vestidos pero si os fijáis bien lo que realmente estaba expuesto eran horas de trabajo, creatividad y amor al arte para llevar. Las guirnalda que preparo el Invernadero nos dejo igual que al señor que la llevaba, de piedra.
Durante todo el día dimos información y muchos abrazos, nos encanta encontrarnos con gente conocida y poner cara a las futuras novias que empiezan a preparar el día más importante de su vida.
Yo tuve la suerte y el placer de llevar un vestido diseñado por Covadonga. Tiene una historia bonita desde el principio y os la voy a contar, hay cosas que no puedo guardarme, defecto profesional.
En navidad recibimos una felicitación y quise hacer una foto bonita para subirla a las redes sociales así que me fui a un armario lleno de telas y me puse a investigar. Como no podía ser de otra manera llamo mi atención la pieza que estaba abajo del todo, y la saque. Hice la foto y la devolví a su sitio, pero en el fondo nunca la llegue a guardar del todo.
Días más tarde hable con Covadonga de aquella tela y le dije, medio en broma, medio en serio, que llevaba escrito mi nombre. Nos reímos y quedamos en que haríamos algo con ella. Y eso fue exactamente lo que ocurrió.
Yo, además de llevar las redes sociales, soy su maniquí, crea sobre mí las colecciones y me prueban algunos vestidos (si, ya sé que soy muy afortunada). Quizás por eso, y porque cada uno de los trajes que llevamos al evento pasaron del papel a la tela sobre mí, se le ocurrió que podía ir vestida con uno de sus diseños.
Fue un proceso divertido, porque ella y yo nos conocemos perfectamente, y las modistas están muy acostumbradas a probarme. Yo que veo los procesos de creación de los vestidos en un segundo plano disfrute muchísimo siendo protagonista de uno de ellos.
El sábado por la mañana, cuando llegue al atelier, que era donde habíamos quedado para marchar a Madrid, y vi en la funda blanca el cartel con mi nombre no pude evitar pensar en el día que leeré de verdad mis cuatro letras escritas allí…
Trini dice que el domingo estaba muy nerviosa las nueve de la mañana, pero que a las once menos diez cuando me pusieron el vestido de novia se me paso todo; la tensión, el calor, el estrés… y es que un vestido así solo puede llevarse con una sonrisa.
Fui, seguramente, la persona más feliz del mundo y para prueba de ello estas fotos que saco click 10 (otro de los gustazos que me he dado después de ver los impecables reportajes de boda de varias de nuestras novias del año pasado que contaron con ellas).